San Pedro de Atacama está a una altitud de 2.438 metros sobre el nivel del mar en lo que se conoce como depresión prealtiplánica. Al encontrarse junto a la desembocadura del río San Pedro, el mayor de todos los que alimentan el Salar de Atacama, es un auténtico oasis en medio del desierto más árido del mundo.
La capital arqueológica de Chile pertenece a la provincia de Antofagasta, cuya economía depende en más del 50% de la minería. Pero en esta pequeña localidad ubicada en el Desierto de Atacama todo gira alrededor de la actividad turística.
La calle principal de San Pedro, Caracoles, hace referencia al boom minero de las últimas décadas del siglo XIX, pues con ese nombre se conoció un próspero yacimiento de plata. Es aquí, junto a las calles perpendiculares de Tocopilla y Toconao, donde se encuentran las principales agencias de viaje y restaurantes y son las que acabaremos recorriendo una y otra vez durante nuestra estancia en busca de sitio para comer o cenar.
El aeropuerto más cercano es el Aeropuerto El Loa de Calama, que se encuentra a unos 100 kilómetros de San Pedro. En la terminal de llegadas están las agencias donde podemos contratar el traslado. El servicio de transfer de ida y vuelta cuesta 20.000 pesos (28 euros).
San pedro fue conquistada por los incas en 1450 y casi un siglo después, en 1540 por los españoles, pero estuvo habitado con anterioridad y hoy en día es posible visitar varios sitios arqueológicos de culturas atacameñas nativas como Pucará de Quitor o la Aldea de Tulor.
Las casas de adobe de San Pedro, con sus techos de paja y barro, le confieren un encanto especial. Muchas de ellas funcionan ahora como tiendas o restaurantes, los cuales aprovechan los grandes patios interiores. Las calles sin asfaltar también contribuyen a crear la imagen pintoresca del pueblo.
San Pedro es la base ideal para explorar los grandes atractivos de Atacama, suficientes para mantenernos ocupados durante una semana. En mi caso, los tres días que estuve en San Pedro los ocupé para visitar los Géisers del Tatio, el Valle de la Luna y las Lagunas Altiplánicas.
Si se va más justo de tiempo, y la hora de llegada nos lo permite, la tarde del primer día se puede aprovechar para visitar el Valle de la Luna, ya que es un tour que sale del centro del pueblo a las 16:00 horas. Yo dediqué esa primera tarde a pasear por San Pedro para empaparme del ambiente relajado que se respira en sus calles y de paso aproveché para reservar las excursiones para los dos próximos días.
Muchas agencias solo admiten efectivo lo cual no es mayor problema porque hay varios cajeros en el pueblo. No obstante, en épocas de mucha afluencia de gente puede que se agote el dinero así que no es mala idea llevar euros, o dólares, para cambiarlos allí.
Algo que me llamó la atención es la gran cantidad de perros sueltos que pululan por las calles de San Pedro, especialmente en Caracoles, donde ocasionalmente reciben comida de los turistas. Por lo visto, muchas personas que se trasladan aquí de manera temporal se hacen con una mascota durante su estadía que posteriormente abandonan al dejar la localidad. De hecho, en tono jocoso San Pedro es conocido como san perro.
La iglesia es el edificio principal de San pedro de Atacama, cuya fecha de construcción se desconoce aunque sí hay constancia en archivos de que ya funcionaba como parroquia a mediados del siglo XVII.
San Pedro de Atacama es pequeño y conviene reservar con bastante antelación el alojamiento, especialmente si hay algún evento especial, como por ejemplo un maratón que coincidió con mi estancia, lo que puede provocar que muchos hoteles estén llenos o se disparen los precios.
Valle de la Luna
Si solo pasáramos un día en San Pedro el Valle de la Luna sería la visita ineludible. Está a unos 5 km del pueblo y su paisaje es espectacular. Se puede incluso visitar en bicicleta por su proximidad.
Es la excursión más asequible en cuanto al precio se refiere pues cuesta 10.000 pesos (14,25 euros) a los que hay que sumar 3.000 pesos (4,25 euros) del acceso. El recorrido empieza entorno a las 16:00 horas y se regresa tras la puesta de sol.
La primera parada se hace en el Valle de Marte aunque, según nos comentó nuestro guía se conoce popularmente como Valle de la Muerte por un malentendido con la pronunciación por parte del párroco belga Gustave Le Paige, arqueólogo aficionado que realizó numerosos hallazgos en la zona. El nombre ya lo dice todo, los paisajes no son de este planeta.
El Valle de la Luna se enmarca en la llamada Cordillera de la Sal, cuyas enormes crestas son el resultado de movimientos de tierra ocurridos hace millones de años, que levantaron las capas horizontales de roca y sedimento dando lugar a la agreste topografía que podemos ver hoy día.
Posteriormente, tras pagar el acceso entramos al Valle de la Luna propiamente dicho. El orden de la visita puede variar pero en este caso nos dirigimos hacia el punto más lejano para ver Las Tres Marías, una obra escultórica de la naturaleza. Hace años estaba permitido el acceso hasta la misma roca pero se hacía a expensas de su integridad ya que una parte se desprendió por la inconsciencia de un turista, lo que nos debe llevar a reflexionar que ninguna foto puede justificar que dañemos una obra que la naturaleza ha tardado miles de años en esculpir.
A continuación, hacemos un trekking en la duna mayor hasta alcanzar un punto panorámico que nos ofrece vistas de todo el valle. En este momento, cuando todo el mundo estaba intentando buscar ese selfie épico para mostrar a los amigos, me busqué un lugar apartado y me quedé absorto contemplando este increíble paraje.
Más adelante, también tenemos la oportunidad de recorrer una pequeña cueva donde podemos ver el mineral en sus paredes.
La excursión concluye a la puesta del sol, que contemplamos desde el mirador de la llamada Piedra del Coyote desde donde también se alcanza a observar la cadena de volcanes de Atacama. Este es un momento muy especial y emocionante por la belleza que el cambio de luz proporciona al entorno. Es algo que sin duda queremos registrar una y otra vez con nuestra cámara pero mi consejo es que después de tomar alguna foto disfrutemos del espectáculo tranquilamente. Algo que nos dejará sin palabras.
Géisers del Tatio
El viaje para recorrer los 100 kilómetros que separan San Pedro de los Géisers del Tatio da comienzo a las 4:30 de la mañana, madrugón que no nos debe asustar porque el espectáculo que nos aguarda bien lo merece.
El del Tatio, con sus 40 géisers, 60 termas y 70 fumarolas, es el tercer campo de géisers más grande del mundo por detrás del que hay en el Parque Nacional de Yellowstone en el estado de Wyoming, Estados Unidos, y el Valle de los Géisers de la Península de Kamchatka, en Rusia. Pero es el que se sitúa a más altura, ya que se encuentra a casi 4.300 metros sobre el nivel del mar.
Esto puede intimidarnos a priori pero si no tenemos ningún problema de salud el mal de altura es más mental que físico. Lo único que tenemos que hacer es caminar sin prisas y no hacer esfuerzos innecesarios. Además, antes de iniciar el recorrido nos dan un pequeño desayuno que podemos acompañar con un té de coca para mitigar sus efectos. Yo personalmente no experimenté malestar alguno.
La entrada al campo geotérmico cuesta 5.000 pesos (7 euros). Mientras que el precio del tour es de 22.000 pesos (31 euros).
En el Tatio no veremos grandes erupciones de agua en los géisers porque estas apenas alcanzan los 50 ó 60 centímetros de altura, sino que lo verdaderamente impresionante del Tatio son las altas fumarolas de vapor que se forman a primera hora de la mañana debido a las gélidas temperaturas que hay en el exterior. Cuando llegué el termómetro marcaba 11 grados bajo cero por lo que es recomendable abrigarse a base de capas para ir desprendiéndonos de ellas a medida que sube la temperatura.
Antes de partir podemos disfrutar de un baño caliente en una pequeña piscina de aguas termales, con el agua a casi 30 grados, pero yo no me remojé porque ya sufría al pensar en el frío que iba a sentir al salir. Si nadie del grupo se baña, se continúa hasta la siguiente parada sin mayor dilación.
El trayecto ahora se disfruta más porque ya estamos completamente despiertos lo que nos permite disfrutar del paisaje y de los grupos de vicuñas que podemos ver a lo largo del camino.
Tras alguna que otra parada panorámica, se hace otra escala en el pueblo de Machuca, con tan solo un puñado de habitantes que vive del pastoreo y del turismo, donde podemos degustar los anticuchos (brochetas) de carne de llama y las empanadas de queso de cabra. Además de pasear por la única calle del pueblo y entrar en la bonita iglesia.
El pueblo también está por encima de los 4.000 metros y admito que el subir las escaleras de la iglesia requirió un esfuerzo extra. Pero como dije antes, el secreto está en caminar despacio.
Lagunas altiplánicas
La excursión a las lagunas altiplánicas requiere de un día entero y es absolutamente recomendable. Se visitan varios lugares pero las grandes protagonistas son las lagunas Miscanti y Miñiques, que están escoltadas por dos volcanes homónimos a más de 4.000 metros de altitud y constituyen uno de los paisajes más deslumbrantes del altiplano chileno.
El coste de esta excursión es de 50.000 pesos (71 euros). Aunque el precio no incluye las entradas a las Lagunas Altiplánicas, 3000 pesos (4,25 euros), ni a la Laguna Chaxa, 2.500 pesos (3,5 euros). Lo que sí incluye es el desayuno y la comida.
Antes de visitar las lagunas nos dirigimos a Piedras Rojas donde disfrutamos de un pequeño paseo y de un refrigerio que nos preparan a orilla del lago. Aquí tuvimos la ocasión de ver vizcachas, roedores parecidos a la liebre que habitan en estas latitudes.
La Laguna Miñiques es la más pequeña de las dos, con una superficie de 1,5 kilómetros cuadrados. Se sitúa a una cota cinco metros más baja que la laguna Miscanti, de la que recibe alimentación subterránea. Ambas lagunas son el hábitat natural de aves como la tagua cornuda, que tiene aquí su sitio de reproducción más importante.
En la Laguna Miscanti hay habilitado un circuito por el que podemos caminar aunque en ningún caso está permitido que nos acerquemos a la orilla. Tampoco nos está permitido que pisemos fuera de las zonas preparadas porque se trata de un ecosistema delicado.
Finalmente, llegamos a la Laguna Chaxa que pertenece a la Reserva Nacional de los Flamencos. Está ubicada en el Salar de Atacama, que con sus aproximadamente 3.200 kilómetros cuadrados es el cuarto más grande del mundo por detrás del Salar de Uyuni, en Bolivia, de Salinas Grandes, que comparten las provincias argentinas de Jujuy y Salta, y del Salar de Etosha en Namibia.
Es una laguna poco profunda pero con abundancia de pequeñas algas y microinvertebrados que constituyen el alimento principal de los flamencos y otras aves que la habitan. Aquí podemos ver tres especies de flamencos: la parina grande o flamenco andino, el flamenco chileno y la parina chica o flamenco de james.
De la parina grande se han llegado a registrar casi 1.800 ejemplares en verano, mientras que el mayor avistamiento de flamenco chileno y parina chica se ha dado en verano, con alrededor de 1.000 y 1.700 ejemplares, respectivamente.
Aquí vamos a disponer de bastante tiempo para observar a las aves y tomar cuantas fotos queramos. La imagen de los flamencos volando con la silueta de los volcanes de fondo fue una de las más bellas que quedó grabada en mi retina.
Mi Grand Tour 
[…] etapa de un recorrido que me ha llevado a Bariloche, Chiloé, Pucón, Santiago, Valparaíso, San Pedro de Atacama y Colonia del […]
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